RIVER PLATE – The story of La Maquina
3.9.23
##
Museo de River Plate, en el que hay un espacio dedicado exclusivamente a “La Máquina”.
xxx “Sale el sol, sale la Luna, centro de Muñoz, gol de Labruna”, esta era la rima que cantaban los hinchas millonarios que presenciaban los partidos de “La Máquina”. Un conjunto que jugaba al fútbol bonito como un reloj, un equipo que lo tenía todo: obreros del balón, estrellas de talla mundial, y toda la hipérbole y exageración que la mezcla conllevaba. La época del histórico quinteto de “La Máquina” formado por Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustause se extendió entre 1941 y 1946, donde River Plate ganó 10 títulos oficiales. Durante aquel periodo también fueron asiduos titulares en distintas etapas Aristóbulo Deambrossi, Carlos Peucelle, Alberto Gallo y Renato Cesarini, además de producirse en ese equipo los debuts de unos jóvenes Alfredo Di Stéfano y Amadeo Carrizo. Hay que remarcar que el quinteto de delanteros titulares solo coincidió en 18 partidos, y jamás pudo juntarse para disputar un clásico ante Boca Juniors.
River Plate se había convertido en una potencia económica en la década de 1930 después de un par de costosos fichajes, llegando a ser conocido como “Los Millonarios”. Hoy en día puede ser una práctica habitual, pero en aquella época River revolucionó el mercado del fútbol sudamericano, con el fichaje del carísimo delantero Bernabé Ferreyra, el cúal se retiró en 1939, dejando a su equipo necesitado de algo nuevo al entrar en la siguiente década. Hasta aquel momento River había prosperado con una superestrella, pero ahora era el momento de formar un verdadero equipo.
River Plate se había convertido en una potencia económica en la década de 1930 después de un par de costosos fichajes, llegando a ser conocido como “Los Millonarios”. Hoy en día puede ser una práctica habitual, pero en aquella época River revolucionó el mercado del fútbol sudamericano, con el fichaje del carísimo delantero Bernabé Ferreyra, el cúal se retiró en 1939, dejando a su equipo necesitado de algo nuevo al entrar en la siguiente década. Hasta aquel momento River había prosperado con una superestrella, pero ahora era el momento de formar un verdadero equipo.
Un año antes de comprar a Ferreyra, River había fichado a Carlos Peucelle por otra gran cantidad de dinero. No tendría el impacto de Ferreyra en el terreno de juego (aunque notablemente pocos lo tendrían), pero después de retirarse asumió el cargo de Director Técnico. Peucelle sentaría todas las bases y trazaría el proyecto de lo que se convertiría en el mejor equipo que ha visto el fútbol argentino
Peucelle contrató a Renato Cesarini para dirigir el equipo, un ex jugador de River que había recibido una gran influencia del mismo director técnico que Peucelle: Emerico Hirschel (Cesarini también disfrutó de un largo período como jugador de la Juventus, adquiriendo tal reputación de marcar goles en los últimos minutos que nació el concepto de la “Zona Cesarini”).
Tenían al director con la visión y al entrenador con el saber hacer, pero “La Máquina” necesitaba su engranaje, concretamente su demoledor
Quinteto delantero. Sí, con una formación imposible de 2-3-5 (algo impensable actualmente) para aplastar a sus rivales con su estilo ofensivo y calculado para no fallar ni lo más mínimo en defensa.
El fútbol argentino se había construido históricamente y en gran medida en torno a la idea de que el individuo jugara con libertad para disfrutar del juego, ridiculizando el juego mecánico del fútbol inglés. Sin embargo, en 1942, una victoria por 6-2 sobre Chacarita Juniors hizo que el periodista Borocotó de la revista argentina El Gráfico los apodara en la prensa por primera vez como “La Máquina”, aunque Carlos Peuccelle aseguró que el mote fue un invento de Doña Rosa, la mamá de Adolfo Pedernera. Curiosamente la fecha de nacimiento de “La Máquina” se considera que fue el 21 de septiembre de 1941, cuando el entrenador Renato Cesarini a instancias de Carlos Peucelle ubica por primera vez a Pedernera en el centro del ataque (anteriormente jugaba como carrilero izquierdo).
El fútbol argentino se había construido históricamente y en gran medida en torno a la idea de que el individuo jugara con libertad para disfrutar del juego, ridiculizando el juego mecánico del fútbol inglés. Sin embargo, en 1942, una victoria por 6-2 sobre Chacarita Juniors hizo que el periodista Borocotó de la revista argentina El Gráfico los apodara en la prensa por primera vez como “La Máquina”, aunque Carlos Peuccelle aseguró que el mote fue un invento de Doña Rosa, la mamá de Adolfo Pedernera. Curiosamente la fecha de nacimiento de “La Máquina” se considera que fue el 21 de septiembre de 1941, cuando el entrenador Renato Cesarini a instancias de Carlos Peucelle ubica por primera vez a Pedernera en el centro del ataque (anteriormente jugaba como carrilero izquierdo).
Por aquel entonces también fueron conocidos como “Los caballeros de la angustia” dado que muchas veces no definían el partido hasta poco antes de que se diera por terminado. Hay tres posiciones al respecto del origen del mote: una indica que “la angustia era de sus rivales”, otra dice que “la angustia se producía en la afición de River al ver que pasaba el tiempo y no liquidaban el pleito”, y la última versión indica que “la angustia estaba ocasionada en la dificultad para definir los partidos”. En una entrevista Juan Carlos Muñoz dijo que los llamaban “Los caballeros de la angustia” porque sentíamos que podíamos hacer el gol en cualquier momento, no nos preocupábamos por hacerlo rápido, entonces jugábamos, tocábamos, desbordábamos y volvíamos para atrás para jugar con la pelota. Entonces, la gente y los periodistas se impacientaban y nos pusieron “Los Caballeros de la angustia”, pero no por angustia en nuestro arco, sino porque hacíamos los goles en los finales del partido. Era medio a propósito”.
Por su estilo de juego, “La Máquina” es muchas veces considerada una digna “antecesor” de la famosa Naranja Mecánica como se apodaba a la Selección de Países Bajos que disputó el Mundial de Alemania 1974. No tuvieron una hegemonía incontestable durante varios años ni amasaron títulos como otros equipos de época. Sencillamente, no les hizo falta para dejar una marca indeleble en la memoria de los aficionados argentinos. Fue, como bien apuntó el propio Renato Cesarini, “el mejor equipo que se pudo construir, una verdadera obra maestra del fútbol de principios del siglo XX”.
##
PEUCELLE: HUMILDE Y MILLONARIO
Después de jugar el Mundial de 1930, fue responsable del nacimiento del apodo de River, que lo compró por una altísima suma de dinero. La rompió durante una década, pero siempre apostó al perfil bajo, al punto que en su etapa de entrenador se ponía en el buzo una M de masajista.
Por Redacción EG ·
09 de julio de 2013
Nota publicada en la edición de julio de 2013 de El Gráfico
Imagen HOMBROS bajos, camiseta con botones, escudo sobre el bolsillo, botines sin cordones: la esencia del Peucelle jugador.
HOMBROS bajos, camiseta con botones, escudo sobre el bolsillo, botines sin cordones: la esencia del Peucelle jugador.
Cualquier parecido de Guardiola con Peucelle es pura coincidencia… Cracks, aunque en distintas posiciones y en diferentes momentos del universo. Apasionados por el juego. Didácticos para formar y enseñar. “Egocentrismo cero” a la hora de recibir elogios. Mojones ineludibles en la historia de la pelota, Pep y Carlitos habrían pasado mil horas juntos si se hubiesen conocido. Pero el destino no quiso que compartieran información: en 1990, cuando el catalán dejaba las divisiones inferiores del Barcelona para debutar en la Primera, Carlos Desiderio Peucelle subía a los cielos para sentarse a la derecha de Dios Padre con 81 años y el título de Maestro del fútbol bajo el brazo.
Ancho de talento y docencia, Peucelle fue un verdadero fenómeno de un lado y del otro de la línea de cal. Jugó en River entre 1931 y 1941, década en la que brilló como wing derecho y en otras posiciones: aunque aún no existía la palabra en el diccionario futbolero, fue el primer polifuncional de estas tierras. Lo llamaban “Barullo” por la manera en que desordenaba a los rivales, apareciendo por sorpresa en cualquier sector. De pantalones cortos, era el mejor estratega: empezaba pegado a la raya, se retrasaba, cambiaba de lado, se movía con inteligencia y, claro, visitaba el área: sus 113 goles en el club lo ubican como el noveno máximo goleador de River. Ya como hombre de buzo llevar y silbato tocar, fue uno de los padres de La Máquina, aquella maravillosa delantera que tuvo River en los años 40. La última parte de su legado fue como formador de jugadores en varios clubes. Sin embargo, aclaraba: “Yo no hago jugadores: sólo capacito y oriento…”.
Peucelle nació el 13 de septiembre de 1908 en Barracas, 63 años antes de que Guardiola llegara al mundo y a 10.480 kilómetros de distancia de Sampedor, la ciudad natal de Pep. Pese a la distancia temporal y geográfica, uno y otro entendieron el fútbol de la misma manera. “El fútbol es de los jugadores”, dijo el DT de un Barcelona sublime. Se lo oyó decir eso en el Gran Rex, a pocas cuadras del Obelisco, cuando vino a Buenos Aires a dar una charla. Tal vez Pep no conozca demasiado la obra de Peucelle, quien editó en 1975 su biografía Fútbol Todotiempo. En ese momento, escribió algo muy parecido: “Yo estuve dentro de la cancha 17 años y nunca vi que lo que se produce como juego dentro de un partido viniera de un maestro de afuera. Siempre salió de los jugadores”.
A Peucelle lo llamaban Maestro muy a su pesar, ya que él no se consideraba así: humildad pura. Como la del ahora DT del Bayern Munich, quien dice haber aprendido más de Messi que lo que Messi aprendió de él. Para uno y para otro, el fútbol es de todos y nadie tiene la verdad. Avalaba Peucelle una anécdota de Bernabé Ferreyra: en 1935, durante un viaje en barco a Río de Janeiro con River, el DT húngaro Emérico Hirschl le pidió al Mortero de Rufino que lo llamara Maestro. Y el gran Bernabé respondió: “Yo al único maestro que conozco es al de la panadería, al maestro de pala”.
Imagen UNA IMAGEN de las que no se encuentran en Google: Carlos en Montevideo, durante el Mundial de 1930, rodeado de “botijas” y un fonógrafo.
UNA IMAGEN de las que no se encuentran en Google: Carlos en Montevideo, durante el Mundial de 1930, rodeado de “botijas” y un fonógrafo.
Curiosamente, el primer club de Peucelle fue Boca, allá por 1924, cuando tenía 16 años. Una huelga lo llevó –simultáneamente– a San Telmo y a Sportivo Barracas, ya que integraban distintas asociaciones. Jugó también en Nacional de Adrogué, en Sportivo Buenos Aires y disputó un par de amistosos para Estudiantes de La Plata e Independiente. A los 19 años ya era “internacional” y en su currículum sobresale la actuación en el Mundial de 1930, cuando metió un gol en la final ante Uruguay. A esa primera Copa del Mundo viajó como delantero de Sportivo Buenos Aires y, en el Centenario, fue parte del equipo argentino que cayó 4-2: Botasso; Della Torre, Paternoster; Juan Evaristo, Monti, Arico Suárez; Peucelle, Varallo, Stábile, Manuel Ferreira y Mario Evaristo. Barullo metió el primer gol argentino.
Al recalar en River en 1931, al club empezaron a decirle “Millonario”. Peucelle relató la ruta del dinero: “Esos 10 mil pesos fueron para mí. Yo me quedé con 7 mil, y los otros 3 mil se los devolví espontáneamente a Sportivo Buenos Aires, que me había pagado esa suma por un año”. Fue de los jugadores mejor pagados en la década del 30, pero que quede clara una cuestión: de tan generoso que era con el prójimo, fue económicamente pobre pudiendo haber sido rico. Al legar su sabiduría en las páginas de Fútbol Todotiempo, tampoco cobró un peso: lo recaudado fue para el Instituto de Cirugía Profesor Luis Güemes, de Haedo, “en agradecimiento a los médicos que le devolvieron la salud a mis piernas”.
Para tomar una real dimensión de lo que significó aquel Peucelle-jugador, vale citar al periodista Dante Panzeri, amigo personal de Barullo: “Como jugador de fútbol no fue el mejor, que debe estar entre José Manuel Moreno, Antonio Sastre, Adolfo Pedernera y Félix Loustau. Pero me animo a discutir su inclusión entre los más completos que se hayan visto, junto a Alberto Ohaco (Racing) y el uruguayo Angel Romano”. Lo dijo en algunas de sus santas escrituras el mismísimo Panzeri, quien resumía la sabiduría de Peucelle con una simple frase: “Montón de fútbol”. Exactamente lo que ahora se piensa de Guardiola…
Su puesto original era por la derecha del ataque, pero su capacidad para leer los partidos y su talento técnico lo llevaban a un estado de movilidad permanente. Cuando veía que la cosa se ponía brava, era capaz de bajar al mediocampo e incluso terminar en la defensa. En River, donde vivió su etapa más fructífera y conocida, jugó 307 partidos, hizo 113 goles y obtuvo cuatro títulos: 1932, 1936, 1937 y 1941. Dos de sus tantos se los hizo a Boca en 17 superclásicos: convirtió en el 1-1 de 1931 (fue el primer gol de River a Boca en el profesionalismo) y también abrió la cuenta en el 3-2 de visitante, en 1936.
Como jugador, entrenador o formador de juveniles, Peucelle nunca apoyó el individualismo: fue, como decía Panzeri, “un colectivista por antonomasia”. Creía en la amalgama de muchos aportes para un mismo fin. Todos para uno y uno para todos: oh casualidad, Guardiola señala que “líder es el que hace mejor al otro”. El muchacho de Barracas creía poco y nada en los “esquemas con números” del tipo 2-3-5 o 4-4-2. El hablaba de 1-10; es decir, el arquero y 10 al centro. De esos 10, “todos suben, todos bajan, todos entran, todos salen”. Línea retomada –entre otros– por Pep, afirma que el desequilibrio de un partido se producirá a favor del que ponga más jugadores en la jugada. Peucelle patentó un concepto que, con pocas palabras, decía mucho: “todotiempo” y “todacancha”.
Imagen PEUCELLE revalidando su apodo de Barullo durante la temporada de 1941.
PEUCELLE revalidando su apodo de Barullo durante la temporada de 1941.
“Fue director técnico mientras jugaba”, confió alguna vez Adolfo Pedernera, compañero y luego dirigido por Peucelle, a quien no le gustaba que lo llamaran “director técnico”. Para él, “DT” era “Decí, Tonto”. Y cuando debía identificar su buzo para dirigir la Primera –algo que tampoco le agradaba demasiado– se hacía poner la M de masajista. Mientras jugó, llegó a darles órdenes a sus propios entrenadores. En el Sudamericano de 1937, Argentina y Brasil jugaron una final que terminó a las dos de la mañana. Peucelle estaba de suplente y le dijo al DT Seoane en pleno partido: “Haceme entrar de insider izquierdo (él jugaba por derecha) porque lo van a bailar a Lazzatti y vamos a perder. Y ponelo a De la Mata (16 años) por derecha para que gane en velocidad”. Seoane le hizo caso: el partido lo ganó De la Mata con dos golazos.
Potenció ese ojo clínico cuando fue formador/entrenador. Néstor Rossi le dijo un día “Usted fue mi maestro. Me enseñó a pararme en una cancha”. Y Peucelle respondió: “No, nooo. Yo no soy maestro de nadie. ¡Qué te voy a enseñar a pararte, tamaño grandote, si lo que te sobran son los pies! Yo nunca di una indicación. Las únicas indicaciones del fútbol las da el juego mientras se está jugando”. Palabras más, palabras menos, es lo que dijo Guardiola en la calle Corrientes… Bonus track: por contrato, cuando un jugador “formado” por Peucelle llegaba a Primera, le correspondían mil pesos en concepto de “formador”. Pasó, entre otros, cuando Pipo Rossi subió a Primera. El DT cobró esa suma y la gastó toda en ropa. Ropa que le regaló a Pipo…
Retirado en River, comenzó en 1942 a trabajar en las divisiones inferiores del club, tarea que desarrolló hasta 1949. En el medio, estuvo la irrupción de La Máquina, aquella delantera con Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Angel Labruna y Félix Loustau. Peucelle dirigió la Primera del club en 1945 y 1946 (e interinamente en 1964). En esa década del 40 agarró a los “caballeros de la angustia” de La Máquina en su esplendor. Hizo apenas unos retoquecitos que fueron clave, como mandar a Loustau de wing izquierdo y, fundamentalmente, sacar de la punta a Pedernera y tirarlo al medio, como eje del ataque.
“-Maestro, ¿usted fue el padre de La Máquina?
-No, nooo… Esas cosas se dan por muchos, nadie las prepara. Yo no hice nada. Lo hizo Doña Rosa…
-¿Doña Rosa?
-Sí, Doña Rosa Pedernera, la mamá de Adolfo…”, dijo alguna vez dando muestras de humildad.
Formó ejércitos de buenos futbolistas en Colombia, San Lorenzo (dirigió 18 días a la Primera y se fue sin cobrar un peso), Huracán, Perú, Costa Rica, Racing, River (1962/1965), Paraguay, México y nuevamente River. Imposible que dijera en algunos de esos lugares “a tal jugador lo hice yo”. Guardiola tal vez llene otros 20 Gran Rex, pero suena utópico escucharlo decir “yo inventé a Messi y al mejor equipo de la historia”. Lo dicho: cualquier parecido es pura coincidencia…
##
“LA MÁQUINA DE RIVER FUE UN CONCEPTO, UNA MANERA DE JUGAR AL FÚTBOL”
Mano a ManoWritten by: defutbolsomos28 marzo, 2022Views: 823
Telegram
Por Santiago Tuñez
Pasaron 80 años y aún suele nombrarse de memoria a los cinco delanteros: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. El quinteto eterno de La Máquina. Aquel equipo de River que asomó en septiembre de 1941, brilló hasta noviembre de 1946 y sobre el que los periodistas Gustavo García y Carlos Viacava escribieron su nuevo libro. Una obra que va más allá de sus protagonistas centrales. En sus 363 páginas, analiza el proceso de cocción, menciona otros actores de peso, contextualiza esa época… Y sobre todo, aporta datos que le dan más valor a aquellos años legendarios del Millonario.
“Por ejemplo, Muñoz, Moreno, Pedernera y Labruna llegaron muy jóvenes a las inferiores de River. Y Loustau se sumó con edad de Cuarta División. Es decir, River había apostado al semillero que propuso Carlos Peucelle. Y otros jugadores del equipo, como Ricardo Vaghi, Norberto Yácono, Aristóbulo Deambrossi, Pipo Rossi, Alberto Gallo y Antonio Báez también eran productos de las inferiores. La Máquina nació en el club con una pretensión de romper el molde y lo consiguió”, destacan García y Viacava en una entrevista con De Fútbol Somos.
-¿Qué los llevó a enfocarse en esta investigación sobre La Máquina y cuáles fueron algunos de los detalles que les llamaron la atención?
Gustavo García -Cuando se abordan obras de este tipo, tal como nos ocurrió con la biografía de Menotti, el disparador tiene como punto fuerte el hecho de que no haya ningún libro del tema. Abundaba el material sobre La Máquina, especialmente en diarios y revistas de la época, pero no existía un libro que contara su historia. En lo personal, solía tener la foto en mi cabeza, como si esos cinco delanteros hubiera surgido casi todos al mismo tiempo y jugado juntos innumerables campeonatos. Pero, al investigar, advertí que la conformación de La Máquina fue un largo período, en el que otros tantos nombres, menos relevantes, jugaron un rol clave. El proceso se construyó poco a poco, con idas y vueltas, hasta convertirse en un mito del fútbol argentino.
-Se habla mucho de los cinco integrantes de la delantera, ¿pero cuál fue el origen? ¿Cómo nació?
Carlos Viacava -El origen de La Máquina debe entenderse como el resultado de la búsqueda de un fútbol diferente. En mayor o menor medida, los equipos de aquel momento atacaban con desbordes de los wines para el centrodelantero de estilo tanque. River, que peleaba el título de 1941 con San Lorenzo, tenía como DT a Renato Cesarini y Carlos Peucelle, como buen consejero. Por una recomendación suya, Cesarini ubicó como centrodelantero a Adolfo Pedernera, hasta entonces puntero izquierdo. Así surgió una ofensiva que se sostenía por la calidad individual de cinco hombres que le dieron vida a una forma de jugar desconocida hasta ese momento.
-¿Y qué le aportaba cada uno de estos futbolistas al equipo?
CV – Si nos enfocamos en los cinco nombres célebres del ataque, en Muñoz encontramos la habilidad y la velocidad para el desborde y el centro preciso; Moreno manejaba la pelota como los dioses, tenía una pegada bárbara y, por si fuera poco, era un líder. Pedernera era veloz, goleador, tenía astucia e inteligencia para construir las jugadas arrancando desde una posición más retrasada. Él y Moreno eran, en cierta medida, los técnicos dentro de la cancha. Con buen dominio de la pelota, Labruna tenía la misión de definir. Y Loustau aparecía como el equilibrista. Por su generosidad y su sorprendente resistencia era el que más se esforzaba para colaborar con la recuperación de la pelota.
#Pedernera #AdolfoPedernera #RiverPlate #Argentina pic.twitter.com/1eAkqycP0T
— OldFootballPhotos (@OldFootball11) July 10, 2016
-¿Cuáles fueron otros jugadores que se destacaron en aquel equipo entre 1941 y 1946?
CV -Pedernera solía decir que era un injusto reducir la denominación de La Máquina a los cinco delanteros, porque los 11 jugadores eran La Máquina. Entonces, es imposible no mencionar a un arquero como el peruano José Soriano, que además era el capitán. A zagueros como Ricardo Vaghi y Eduardo Rodríguez, el sostén defensivo. Norberto Yácono fue un especialista en la marca personal cuando ese concepto recién empezaba a utilizarse. Aristóbulo Deambrossi fue una pieza clave, porque la delantera nació con él. De algún modo pagó el precio de que lo reemplazara un fenómeno como Loustau, pero siempre fue un recambio obligado. Cuando Moreno emigró a México, Alberto Gallo fue un buen sustituto. Bruno Rodolfi, al principio del ciclo, y Pipo Rossi, al final, imponían presencia en el medio cuando se le asignaba un rol determinante al mediocampista central.
-En otro momento de la entrevista hablaron de que los cinco delanteros le dieron forma a una manera desconocida de jugar en aquella época. ¿Qué podrían contar en ese sentid?
CV -Por ejemplo, implementaron la rotación como sistema para desbaratar las marcas individuales; avanzar dándose pases -a veces abusaban y se demoraban para definir, según las crónicas de ese entonces- para abrir espacios y aparecer por sorpresa para definir. La fórmula era efectiva más allá de que muchas veces las maniobras tenían una forma muy frecuente para definir: pelotazo largo de Pedernera o Moreno para el pique corto de Labruna. Los rivales sabían que River iba a hacer eso, pero la clave es que no sabían cuándo, y además corrían el riesgo de exponerse a maniobras individuales de futbolistas que podían desequilibrar por sí mismos.
-Suelen mencionarse mucho a los jugadores que pasaron por La Máquina y poco a los entrenadores. ¿Puede decirse que Cesarini y Peucelle fueron los padres de la criatura?
CV -En realidad, nadie puede atribuirse la paternidad. Al menos eso decían los propios protagonistas. Porque Peucelle tuvo una idea y Cesarini, una necesidad. Los dos tuvieron la inteligencia para unir esas situaciones y la fortuna de que los resultados fueran espectaculares. Pero ellos mismos no se consideraban los padres de la criatura. De hecho, Peucelle solía decir que, en todo caso, la existencia de La Máquina se la debían a Rosa Asalini, la madre de Pedernera, dando a entender que sin Adolfo ese ataque jamás hubiera sido posible.
-¿Qué mitos existen sobre La Máquina y, a medida que avanzaban en el libro, pudieron comprobar que no son tan así?
GG -La historia ha querido dejar en el bronce a estos cinco futbolistas como integrantes de una misma línea delantera. La foto parece congelada en el tiempo. Surge la idea de que jugaron mucho juntos y que formaban parte de un equipo imbatible. Pero, en los seis años de reinado de La Máquina, River ganó tres campeonatos, Boca logró dos y San Lorenzo, el restante. Muchos hinchas, incluso, se sorprenden cuando se enteran que nunca jugaron juntos un clásico. Más allá de mostrar el origen de La Máquina, este libro tiene biografías de cada uno de sus integrantes, las cuales terminan de hacer la pintura de una época y una forma de jugar al fútbol.
-¿Cuál era el contexto del fútbol argentino en aquella época? ¿Qué otros equipos y jugadores brillaban en ese momento?
GG -El fútbol argentino de la década del ’40 era, en realidad, el fútbol porteño. No existía una dimensión nacional en el campeonato. Dominaban los equipos grandes de Buenos Aires y sólo Estudiantes, Gimnasia, Newell’s y Rosario Central formaban parte de la competencia. En esa época también se destacaban el Boca de Severino Varela, ese verdugo de la boina blanca, y también hizo lo suyo el San Lorenzo del Terceto de Oro, integrado por Farro, Pontoni y Rinaldo Martino. También se lucían El Chueco García en Racing y Vicente de la Mata en Independiente.
-¿Y la cobertura mediática de ese momento? ¿Qué los sorprendió?
GG -Fue curioso observar, de acuerdo a las notas publicadas en las revistas de la época, cómo fue cambiando la cobertura periodística de lo que ahora llamamos el Superclásico. Hacia 1941, por ejemplo, El Gráfico solía hablar del clásico boquense, ya que tanto Boca como River habían salido del mismo barrio. Era otro fútbol: los integrantes de La Máquina ni siquiera tenían auto y fue Labruna el primero en comprar uno, cuando ya era muy famoso. Tenían un vínculo más cercano con los hinchas y el entrenamiento era distinto. Loustau, por caso, practicaba apenas dos veces por semana.
-¿Por qué creen, en definitiva, que aquella delantera fue legendaria cuando sólo jugó 18 partidos?
-La delantera de La Máquina tiene cinco nombres propios, pero pienso que lo que trasciende, sobre todo, es un concepto; una manera de jugar al fútbol. Después fueron rebautizados Los Caballeros de la Angustia, porque tenían una apreciación muy especial por la belleza en el juego. Uno puede preguntarse, y no tendremos respuesta, cuántos partidos o campeonatos más hubieran podido ganar en caso de haber sido menos románticos en la confección de la jugada y más verticales en el ataque. Pero eso a ellos no les servía. No era el fútbol que disfrutaban, ni el que querían jugar.
##
Historia de La Máquina, la delantera de River más famosa, misteriosa y noctámbula que cautivó hasta a Guardiola
El quinteto Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau sólo jugó 22 partidos, cuatro de ellos amistosos, y sin embargo se ganó un lugar de culto entre los mejores equipos de la historia del fútbol. En crisis, se despidió un 17 de noviembre de 1946.
Autor
Andrés Burgo
28/06/2022 09:31 pm
River Maquina
Al fondo de la planta baja del Museo River, contiguo al estadio Monumental, una locomotora a vapor simboliza a La Máquina, aquella mítica, parrandera, misteriosa y atemporal delantera que hoy, hace 75 años, jugó por última vez y sin embargo se quedó para siempre. Custodiado por un mural de sus cinco integrantes, Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau -unos John, Paul, George y Ringo en rojo y blanco-, el vagón construido por el ingeniero Carlos Sollini atraviesa una pared del Museo y avanza sobre rieles, una metáfora de cómo aquel River rompió estereotipos del juego y se adelantó en el tiempo.
MIRÁ TAMBIÉN
Vélez vs. River, por la Copa Libertadores: formaciones, hora y TV en vivo
Ver ahora
Las referencias al quinteto son múltiples, desde las argentinas y anecdóticas, como que la confitería de River se llama La Máquina, hasta las internacionales y prestigiosas, como que Pep Guardiola citó el antecedente de Pedernera en la década del 40 tras haber ubicado a Lionel Messi de falso 9 en su inolvidable Barcelona. Si el ciclo de Marcelo Gallardo, ya en el siglo XXI, le dio al club la reivindicación internacional que le faltaba en títulos -y marcó un hito sin precedentes en el superclásico-, el River que más influyó e inspiró en la historia del fútbol fue aquella Máquina, la que provocó una revolución más allá del continente. Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau distorsionaron el tiempo: juntos jugaron muy poco, 22 partidos entre 1942 y 1946 (18 oficiales y cuatro amistosos), pero son eternos.
La última función de una delantera más mencionada que desmenuzada fue el 17 de noviembre de 1946, hoy hace tres cuartos de siglo, un 2-2 con sabor agrio contra Huracán. Suena a chiste, pero aquel River estaba en crisis: había perdido los tres partidos anteriores -uno frente a Boca- y se encaminaba a terminar tercero en el campeonato, la posición más baja desde 1940. El eje del equipo, Pedernera, entró en conflicto con la dirigencia, ya no jugaría más en el club y, sin él, se apagaría la luz y se cerraría el telón del mítico quinteto.
En realidad, más que una delantera, La Máquina fue una concepción de juego. Pedernera era su arquitecto. Su reemplazante al año siguiente sería nada menos que Alfredo Di Stéfano, uno de los mejores futbolistas del siglo XX, futuro multicampeón europeo con el Real Madrid, e incluso River volvería a salir campeón en 1947, pero ya no era La Máquina ni lo volvería a ser.
MIRÁ TAMBIÉN
La formación de River vs. Vélez, por la Copa Libertadores
Ver ahora
A diferencia de su disolución -un día como hoy-, es difícil precisar el momento exacto en que nació una delantera que sería recitada como un mantra por generaciones de argentinos y extranjeros: La Máquina fue la consecuencia final de diferentes procesos y apelativos populares que un día comenzaron a orbitar en simultáneo alrededor del sol fútbol. El germen inicial del apodo más famoso apareció en 1938, cuando la revista El Gráfico publicó “la máquina de jugar al fútbol está fuera de punto” en medio de un par de fechas sin triunfos de River. Era un gran equipo, pero uno diferente, que venía de salir campeón en 1937, que en ese 1938 terminaría segundo y que ya tenía a dos de los futuros cinco integrantes de La Máquina, Moreno y Pedernera.
La siguiente y decisiva referencia a una locomotora aparecería tres años después, al día siguiente del 19 de octubre de 1941, cuando River le ganó 5-1 a Boca -la mayor diferencia en el superclásico, que pudo haber sido mayor si el visitante no descontaba en el último minuto-, y el periodista José Gabriel publicó en el diario Crítica que “Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Deambrosi se parecieron a una maquinita”. A falta del debut de Loustau, ya estaban cuatro de los cinco integrantes pero para muchos de los expertos, en retrospectiva, ya se trataba de La Máquina.
River salió campeón de ese 1941 y el mote de maquinita se popularizó entre los hinchas, al punto que uno de sus simpatizantes, de nombre Regard, se lo mencionaría al periodista Borocotó, de El Gráfico, a la salida de un 6-2 contra Chacarita del 7 de junio de la temporada siguiente, 1942: “¿Qué te pareció la maquinita?”. El cronista llevaría esa pregunta al título de la nota, que entraría en la posterioridad: “Como una máquina jugó el puntero”. El apelativo quedaría para siempre pero pocos precisan que en ese partido tampoco jugó el quinteto más famoso sino, como ya había ocurrido contra Boca el año anterior, el wing izquierdo fue Aristóbulo Deambrosi, no Lousteau, el último hombre en sumarse a la delantera.
River Maquina
Si Buenos Aires reconoce dos fundaciones, La Máquina tuvo varias más, acorde a su halo misterioso, de pequeñas explosiones hasta la llegada del Big Bang del fútbol. La primera vez oficial en que jugaron juntos Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau sería tres semanas más tarde, el 28 de junio de 1942, 1-0 ante Platense en el Monumental. Pero en realidad, el quinteto más famoso ya había debutado a fines de febrero de ese año en un amistoso ante la selección de Bahía Blanca, en la cancha de Olimpo. Casi todos surgidos y moldeados en las divisiones inferiores de River, Moreno, Pedernera y Deambrosi habían debutado en la Primera en 1935, Labruna en 1939, Muñoz llegó de Dock Sud en 1941 y Loustau fue el último en sumarse, en 1942.
Pero, en lo conceptual -porque La Máquina era eso, un sello, una marca-, los historiadores en el tema señalan que la verdadera fecha de origen de La Máquina había sido un mes antes del 5 a 1 Boca del año anterior, el 21 de septiembre de 1941, en un 4-0 contra Independiente. Lo que ocurrió ese día fue que Pedernera dejó de jugar de wing izquierdo y pasó al centro de la delantera, no como un 9 rematador de jugadas sino más retrasado, uno creador y armador. Esa sería, en definitiva, la revolución de La Máquina. Aquel domingo River formó por primera vez en ataque con Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Deambrosi. A la fecha siguiente River repitió formación, volvió a ganar 4-0, esta vez ante Lanús, y siguió su camino hacia el título. Aunque el quinteto original sólo se reuniría desde 1942, La Máquina ya había nacido el año anterior.
El técnico era Renato Cesarini pero la idea de retrasar a Pedernera le correspondió a Carlos Peucelle, el hombre que había llegado al club diez años atrás y que en aquel 1941 estaba en la transición de sus últimos meses como jugador al rol que pasaría a cumplir desde 1942, una especie de ayudante de campo del entrenador. Consultado muchos años después, en 1967, si la idea había sido de Cesarini o Peucelle, Pedernera (entonces un prestigioso técnico, llamado “El Maestro”), respondería: “Para mí el que la formó fue Peucelle. Él intervino para que de la punta me pasen adentro. Peucelle fue técnico aún siendo jugador”.
MIRÁ TAMBIÉN
Los concentrados de River vs. Vélez, por la Copa Libertadores
Ver ahora
Pero el ideólogo siempre se mostró reacio a los elogios. Cuando le preguntaban si había sido el creador de La Máquina, solía responder: “Yo no hice nada, la hizo Doña Rosa, la mamá de Pedernera. Unos entran y otros salen, todos suben y todos bajan. Eso no lo produjo ningún director técnico. Lo produjeron los jugadores”. Peucelle tenía tanta alergia a los tacticismos que sostenía que la sigla DT, en vez de hacer referencia a Director Técnico, decía “Decí Tarado”.
El mítico periodista Dante Panzeri, en el libro “Fútbol todo tiempo (e historia de La Máquina)”, una especie de biografía de Peucelle, es muy crítico de Cesarini. “Los delegados de las inferiores le decían a Renato ‘ponelo a Pedernera, que con Adolfo juegan todos’. A Cesarini le decían ‘lagañoso’ porque tenía lagañas en los ojos, no veía”.
Deambrosi perdería lugar tras la aparición de Loustau, también recomendada por Peucelle, y quedaría en la historia como una especie de quinto Stone. La segunda convención oficial entre Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau recién sería al año siguiente de su debut, el 9 de mayo de 1943, 3-1 ante Atlanta. Poco antes, el 11 de abril, el quinteto también se había reunido para zapar en un amistoso ante Vélez que inauguró su actual cancha, el futuro Amalfitani. En el resto de 1943, los cinco más famosos jugaron juntos seis partidos más, otro amistoso (ante Peñarol, el 25 de mayo, en los festejos de la fundación del club), y cinco oficiales, ante Ferro, Racing, Central y Chacarita.
El desglose se completa con otros siete partidos en 1944 (seis por el campeonato, contra Independiente, Racing, Ferro, Chacarita, Vélez y San Lorenzo, y uno amistoso en Córdoba ante un combinado Talleres-Belgrano) y, tras un impasse en 1945 por la venta de Moreno a México, los últimos cinco en 1946, frente a Chacarita, Estudiantes, Ferro, Lanús y el final ante Huracán. Aquel River era más romántico que invencible: tras la vuelta olímpica de 1941, River volvió a salir campeón en 1942 y 1945 pero fue subcampeón de Boca en 1943 y 1944. Y tampoco convertía tantos goles, al menos no demasiados por encima de lo normal para la época: 38 en los 18 oficiales de su quinteto más famoso.
¿Por qué, entonces, se hizo leyenda? Según el libro “La Pirámide Invertida”, del periodista inglés Jonathan Wilson, “La Máquina se convirtió en el ejemplo más armado de ‘La Nuestra’: armonía, riqueza, técnica, plasticidad”. Panzeri habló en 1974, pleno fervor del Fútbol Total de la Holanda de Johan Cruyff, del “mal llamado juego holandés: lo había hecho River desde 1941 a 1946”. Peucelle coincidió a mediados de los 70: “Era un fútbol con relevos. La que practicó Holanda en el Mundial del 74 lo hicimos en River. Pedernera hacía jugar a todos. Labruna, en cambio, no era productor para los demás. Era el definidor del trabajo de los otros”. Un tango de la época, de Juan Pablo Bonora, hacía referencia a esos relevos: “Trocan puestos otra vez, unos entran y otros salen, y a la defensa rival, dale que dale”. Consultado a comienzos de este siglo por aquel River fue tan innovador, Di Stéfano -el reemplazante de Pedernera en 1947- dijo: “Moreno bajaba, Pedernera bajaba, Loustau bajaba. Bajaban todos menos Labruna, que se quedaba un poco más arriba. Cruyff hacía lo mismo. Se tiraba atrás y no sabías si era un once, un siete o un diez”.
River Maquina
Esa desorganización organizada llevaría a La Máquina a un lugar de culto, acaso solo compartido en las décadas siguientes por otros grandes equipos y selecciones, como el Honved y las magiares mágicos de Hungría entre 1949 y 1955, el Real Madrid de Di Stéfano entre 1956 y 1960, el Santos de Pelé entre 1955 y 1964, el Brasil del 70, el Ajax de Cruyff de 1969 a 1973, la ya citada Naranja Mecánica del Mundial 74, el Milan de Arrigo Sacchi entre 1988 y 1990 y el Barcelona de Guardiola de 2008 a 2012.
Al aura de La Máquina, además, lo rodeaba un mito de juerga, de jugadores que salían de noche. Di Stéfano respondió en 2008 en El País: “Salían el día que tocaba salir. No es que jugaban bien porque iban al cabaret. Tampoco se tomaban una botella de whisky cada uno. A los cabarets se iba a bailar. No eran como los cabarets franceses. En Buenos Aires, la gente iba a ver las orquestas. El argentino es un bohemio diferente. No es el clásico que va al cabaret a buscar minas. El argentino va a lucirse, por la pinta”.
Tras la última función de Pedernera en River, hoy hace 75 años, se acabó La Máquina pero su reproducción comenzaría al año siguiente. Según contó Di Stéfano, “se lastimó el delantero centro y Peucelle me dijo: ‘Usted tiene que tirarse atrás. ¿No vio jugar a Pedernera? Bueno, ahí’. Fuimos a la cancha de Atlanta y ganamos 7-0. ¡Partidazo! Y yo jugando de centro-forward a lo Pedernera. ¡Ni un gol hice! Estaba amargado y me fui al vestuario. Vino Peucelle y me dijo: ‘¡Bien, Alfredo, así se juega!’. Y yo: ‘¿Así se juega? ¡Si no hice ni un gol!’”.
Pero si Di Stéfano rompería estereotipos en el fútbol español y europeo sería porque, entre otras habilidades, se mostraría como un jugador de toda la cancha, no como un delantero estacionado en su puesto. Las semillas de La Máquina, aun lejos de River, serían inmortales.
##
Carlos Peucelle fue el verdadero «creador» de La Máquina de River
Redacción De Galera y Bastón
Por: José Luis Ponsico (*) – Aunque el recuerdo nos lleva a Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Lousteau (foto) la Máquina de River fue «inventada» por otro maestro: Carlos Peucelle.
Hace 75 años River y San Lorenzo disputaban la punta. Primera rueda, los «santos» de Boedo enhebraron once triunfos consecutivos y ganaron tramo de 15 fechas. Boca venía más atrás. Con grandes actuaciones de Jaime Sarlanga, seis goles en la goleada (7-2) a Atlanta en el´41.
River, altibajos.Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Roberto D´Alessandro, Angel Labruna y Adolfo Pedernera, atacantes de <la víspera<. De repente, en el´41, nacía «La Máquina» inmortal.
El «millonario» dirigido por Renato Cesarini, 35 años, donde entraban Carlos Peucelle, 33, cinco goles. Otros, Ismael Rivero y Aristóbulo Deambrosi, inferiores con Labruna. Juveniles, Cuarta «de Dallas», primeros Juegos Panamericanos, 1937.
Tremendo goleador, Isidro Lángara; armador exquisito, Alfredo Borgnia, argumentos de San Lorenzo en ataque. «Lechuga» destacado, fútbol marplatense, 1956, una de las figuras de la selección local. San Lorenzo por entonces ganaba primera rueda del certamen de AFA. River no terminaba de convencer.
Peucelle había sido pase récord, 1931. River adquirió, 10 mil pesos, a Sportivo Palermo. Allí apodo de «millonarios». Especialmente, cuando en 1932 compró a Bernabé Ferreyra, 30 mil pesos a Tigre. Antonio Liberti afirmó que convenció a su par de Tigre en el hall de un cine de Victoria.
El popular «Barullo» Peucelle, «7» de River, iba por el medio y complicaba rivales; por no tener posiciones fijas. Desde 1930, titular de selección con 23 años. Uno de los destacados junto a Guillermo Stábile en el Mundial de Montevideo
Adolfo Pedernera, diez años menor, «fetiche» de Peucelle, nacido en Barracas, que lo admiraba. Ambos, zona sur, Adolfo, Avellaneda, cultivaron amistad. Dos torneos consecutivos ganados por River, 1936/37. Delantera recordada: Peucelle, Cesarini, Bernabé, Moreno y Pedernera.
campeon 37
Renato Cesarini, Bernabé Ferreyra, Charro Moreno, Pedernera y Peucelle. Fue éste el que convenció a pedernera de ser «9»
En septiembre del´41 se lesionó D´Alesandro. Un «9» clásico, rápido, vertical. Goleador de área. Lo contrario a lo que sería con la misma camiseta poco después. Peucelle ya casi retirado por lesiones le dice a su amigo Adolfo:
«El domingo contra Rosario Central, el «4» (cuenta la leyenda, apellidado Díaz) te marcó bien», empezó diciendo, veterano futbolista. Autor, 108 goles, River. Noveno, 80 años de historia. Peucelle, sabio del fútbol, ya por entonces.
«No tengo pique, si el rival es pegajoso», habría dicho Adolfo, testimonio de Dante Panzeri, invierno marplatense del´69. El periodista «estrella» hace medio siglo amaba a Peucelle. «Decile a Renato y juego de 9 mientras no esté (Roberto) D´Alesandro», finalizó Pedernera.
El 21 de septiembre del´41, fecha 25a. Doble Visera de Cemento de Independiente, conservaba a varios notables (Vicente De la Mata, Arsenio Erico y Antonio Sastre, entre otros) River ganó 4 a 0, tres goles de Pedernera, «9» (falso, tirado atrás) sorprendiendo a toda la defensa «roja».
La misma leyenda da cuenta que Ricardo Lorenzo, «Borocotó» uno de los artífices de «El Gráfico» en llegada a la Redacción, dijo: «Los de River fueron una máquina». Otras fuentes adjudican al periodista José Gabriel (Revista «Campeón) y hasta hay quiénes vinculan a «Chantecler», otro.
Todos, mismo tiempo coincidieron en «La Máquina», Pedernera «9» y Aristóbulo Deambrosi «11». En la fecha siguiente golearon a Lanús, Monumental 4 a 0. Moreno (2), Pedernera y Labruna. El cuarto contra Independiente (4-0) Juan Carlos Muñoz, que vivió tres décadas en Mar del Plata.
La gente enloquecía -hoy, Barsa primero «Pep» Guardiola, ahora menos toqueteo con el asturiano Luis Enrique- porque River tenía 70 minutos la pelota. Y contra Tigre 2 a 0 (Moreno y Pedernera) y empate clave (1-1) «Viejo Gasómetro». Rinaldo Martino, gol «azulgrana» y Moreno, River
Otra leyenda. Especialistas del tango -mayoría de River- sostienen que Aníbal Troilo, fana «millonario» de asistencia infalible al Monumental, luego del 5-1 riverplatense a Boca, en Nuñez, por amistad con Moreno y Pedernera, compuso algo.
El clásico, domingo 19 de octubre del´41. Boca no llegaba bien. River, clase magistral, flamante «Máquina». Era 5-0, cuando descontó Mario Boyé faltando poco. Unas 75 mil personas en el Monumental asistieron a «un baile»
Con goles de Moreno, Pedernera, Labruna y Deambrosi (2) éxtasis por el juego, resultó total. En el 42 subía Félix Daniel Loustau, otro «fetiche» de Peucelle que lo había llevado a River con edad de Tercera. La fiesta era completa.
El célebre «Pichuco» no dejó pasar y, se dice, compuso tango memorable: «Pa´ que bailen los muchachos». Pasaron 75 años y la leyenda continúa. Panzeri en el´69 dedicó dos horas a contar «origen» de tanta pasión. De «Galera y bastón».
Peucelle falleció 1° abril del´90. Tenía 81 años. Panzeri murió joven, 57 años, también abril, 1978. Crítico implacable del Mundial´78. Ironía del destino: se fue de este mundo dos meses antes. No lo quería ver.
##
Carlos Peucelle
Article
Talk
Read
Edit
View history
Tools
From Wikipedia, the free encyclopedia
Carlos Peucelle
Peucelle in 1929
Personal information
Full name Carlos Desiderio Peucelle
Date of birth 13 September 1908
Place of birth Buenos Aires, Argentina
Date of death 1 April 1990 (aged 81)
Position(s) Attacking midfielder, Right winger
Youth career
Club Deportivo Anchorena
Boca Juniors
San Telmo
Sportivo Barracas
Senior career*
Years Team Apps (Gls)
1925–1926 San Telmo ? (?)
1927–1930 Sportivo Buenos Aires ? (?)
1931–1941 River Plate 307 (113)
International career
1928–1940 Argentina 59 (12)
Managerial career
1945–1946 River Plate
1954 San Lorenzo
1960 Sporting Cristal
1966 River Plate
Medal record
*Club domestic league appearances and goals
Carlos Desiderio Peucelle (13 September 1908 – 1 April 1990) was an Argentine football player who played as an inside forward or as a right winger and is considered one of Argentina’s finest wingers in their history. He is also known for being the catalyst for starting “La Máquina” with River Plate who went on to dominate football in South America in the 1940s.
Playing career
Peucelle played first team football for San Telmo and Sportivo Buenos Aires before joining Argentine giants River Plate for a fee of 10,000 pesos.[1]
Peucelle played for River from 1931 to 1941 (307 matches and scored 143 goals). During this time “Los Millonarios” were champions of Argentina on 4 occasions; 1932, 1936, 1937 and 1941.
Peucelle also played for the Argentina national football team he was in the squad of the 1930 FIFA World Cup, where he scored three goals, and played in the final match against Uruguay,[2] which Argentina lost 2–4.
Peucelle was part of two Copa América winning squads, in 1929[3] and 1937.[4]
Peucelle played a total of 59 games for Argentina scoring 12 goals.
Coaching career
After he retired, he was chief managers of several teams throughout Latin America. These included; Deportivo Cali in Colombia, Deportivo Saprissa in Costa Rica, Sporting Cristal in Peru and Olimpia in Paraguay. Peucelle also managed River Plate and San Lorenzo in Argentina.
Facts
Peucelle established the first soccer school in Colombia.[5]
Peucele is credited as being one of the creators of “La Máquina” (The Machine), the all conquering River Plate team of the 1940s. In fact he wrote a book entitled “Futbol Todotiempo e Historia de La Máquina” (Football the times and history of “La Máquina”)
Peucelle gained the nickname “El Primer Millonario” because of his big money transfer from Sportivo Buenos Aires.[6]
Career statistics
International goals
Argentina’s goal tally first
# Date Venue Opponent Score Result Competition
1. 16 June 1929 Estadio Gasómetro, Buenos Aires, Argentina Uruguay 1–0 2–0 Friendly
2. 3 November 1929 Estadio Gasómetro, Buenos Aires, Argentina Peru 1–0 3–0 1929 South American Championship
3. 26 July 1930 Estadio Centenario, Montevideo, Uruguay United States 5–0 6–1 1930 FIFA World Cup
4. 6–0
5. 30 July 1930 Estadio Centenario, Montevideo, Uruguay Uruguay 1–1 2–4 1930 FIFA World Cup Final
6. 19 April 1931 Estadio de Puerto Sajonia, Asunción, Paraguay Paraguay 1–0 1–1 Friendly
7. 22 September 1931 Estadio de Puerto Sajonia, Asunción, Paraguay Paraguay 1–0 5–1 Friendly
8. 18 July 1935 Estadio Centenario, Montevideo, Uruguay Uruguay 1–0 1–1 1935 Copa Héctor Gómez
9. 5 March 1940 Estadio Gasómetro, Buenos Aires, Argentina Brazil 2–0 6–1 1940 Roca Cup
10. 3–0
11. 4–0
12. 17 March 1940 Estadio Racing Club, Avellaneda, Argentina Brazil 3–0 5–1 1940 Roca Cup
Honours
Club
River Plate
Primera División (4): 1932, 1936, 1937, 1941
Copa Competencia (LAF) (1): 1932
Copa Ibarguren (2): 1937, 1941
Copa Adrián C. Escobar (1): 1941
Copa Aldao (3): 1936, 1937, 1941
International
Argentina
Copa América (2): 1929, 1937
##
LA MÁQUINA DEL RIVER PIONEROS “FUTBOL TOTAL”
La Máquina de River nació en 1942, luego de una victoria 6-2 contra Chacarita. La Máquina es el apelativo de una formación del club River Plate que ganó varios campeonatos en la década de 1940, se considera como una academia en su época desarrollando una metodología de la práctica del fútbol; técnica y disciplina táctica, embrionario para lo que es hoy el fútbol total, comúnmente considerado por la prensa especializada como el mejor equipo de su era y uno de los mejores en la historia del fútbol mundial. El apodo de “La Máquina” fue acuñado por Borocotó, importante periodista deportivo de la revista El Gráfico, para calificar el rendimiento del equipo, a raíz del comentario que recibió de un simpatizante del equipo llamado Regard (para ver, mirar o concebir de una manera particular,referencia) tras la victoria por 6 a 2 frente a Chacarita Juniors por la octava fecha del torneo de 1942.
La primera actuación de la recordada delantera fue el 28 de junio de 1942, en el Monumental, ante Platense con un triunfo por 1 a 0; Loustau reemplazó por primera vez a Aristóbulo Luis Deambrossi como puntero izquierdo en esta ocasión. Si bien la leyenda del equipo trascendió por sus atacantes, es un acto de justicia histórica reconocer que cada nombre tiene ganado a pulso su lugar en el recuerdo. En el 2-3-5 de Renato Cesarini el arquero era el peruano José Eusebio Soriano, uno de los mejores talentos surgidos de su país; Ricardo Vaghi y Norberto Yácono –precursor de la marca personal, apodado Estampilla- los centrales; Bruno Rodolfi, Ramos y Ferreira los mediocampistas; el quinteto de delanteros que hizo mítico a ese River. Se recuerda en particular, de aquel equipo, a la delantera compuesta por Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau, aunque también fueron asiduos titulares en distintas etapas Aristóbulo Deambrossi, Carlos Peucelle, Alberto Gallo y Renato Cesarini. Desde 1943 a 1946 hubo otros 17 encuentros para la historia, con dos títulos y dos subcampeonatos. Nunca jugaron, todos juntos ante Boca Juniors. En la delantera alternaron con la formación principal Antonio Báez y Roberto Coll. Ya en 1947 “La Máquina” había quedado para la historia como la mejor delantera del fútbol argentino y de la misma sólo quedaban Moreno, Loustau y Labruna, que dejaron en esa temporada otra delantera para la historia, la formada por: Reyes, , Di Stéfano, entre otros. Todo ello en una temporada en la que Alfredo Di Stéfano anotó 27 goles y llevó a River nuevamente hacia el título. Las principales batutas de aquella afinadísima orquesta fueron cinco. Adolfo Pedernera era el jugador cerebral, el estratega desde el medio para adelante. Ángel Labruna el martillo, el goleador infalible de esos Caballeros de la Angustia que demostraban todo su potencial cuando iban perdiendo y sorprendían al público –cuando no lo desesperaban- por su tranquilidad. José Manuel Moreno era un tiempista, el que más se retrasaba del quinteto para abastecer a sus compañeros desde el comienzo mismo de la jugada; y Juan Carlos Muñoz y Félix Loustau oficiaban de extremos. Se ocupaban de oxigenar al equipo por los costados. Chaplin, como era apodado Loustau, era una debilidad de Peucelle, que lo llamaba “Ventilador”. Según él, era el encargado de darle aire y una posibilidad de descarga siempre fresca a ese River que se abalanzaba en ataque sin ser conservadores a la hora de hacer goles. Aparte de los ya mencionado 5 grandes de la máquina y otros grandes delanteros hicieron historia como atacantes insaciables, cabe mencionar que por aquella época pasaron por el equipo de River jugadores de la talla de Néstor Rául Rossi, y el innovador en el arco Amadeo Carrizo entre otros, quienes fueron formados en River y posteriormente exportaron su experiencia al extranjero, haciendo de este equipo de “La Máquina” un importante semillero y base intelectual de muchos otros estilos de fútbol y formas de jugar a través de la historia, irradiando su influencia desde Colombia con Millonarios F.C, Chile en Universidad Católica, España en Real Madrid, México en el España y América, y mucho más en el tiempo.
Otros destacados en este equipo, fueron el extraordinario futbolista Uruguayo Walter Gomez que se ganó el cariño de la parcialidad al punto que pisaba el césped bajo el popular cantico de “La gente ya ni come para ver a Walter Gómez”, y José Eusebio Soriano del Perú, que fue considerado uno de los más grandes porteros de la historia de su país y de la historia de River a nivel de Carrizo. Asimismo destacó Ascanio Cortés, que muchas décadas hasta los 60s, fue considerado uno de los mejores defensas de la historia de su país en Chile a la altura tal vez de Figueroa. Por último, desde 1939 hasta 1941 pasó por River Plate el gran futbolista español Leonardo Cilaurren, quien venía precedido de una gran campaña en Europa, siendo incluido en el equipo de estrellas del mundial de 1934. River Plate y su Máquina se transformaban por entonces, en un paradigma futbolístico a nivel mundial.
Por su estilo de juego, La Máquina es muchas veces considerada un “antecesor” de la famosa Naranja Mecánica como se apodaba a la Selección Holandesa de Johan Cruyff que disputó el Mundial de Alemania 1974. El periodista Pedro Uzquiza, que mucho conocía de la cuestión, decía que ya en los años cuarenta La Máquina de River ofrecía los primeros indicios: “Ocupaba los espacios con la misma movilidad y voluntad de ataque que luego lo harían los holandeses” Si por algo se magnificó aquel conjunto además de por el espectáculo y la calidad de sus futbolistas, fue por la movilidad de los mismos y es que los defensas rivales no sabían cómo contrarrestar a un equipo con tanta movilidad en sus posiciones, de repente el wing derecho pasaba al izquierdo o Pedernera dejaba su sitio a Moreno y viceversa para sorprender y ‘matar’ al rival. En definitiva un equipo que jugaba de memoria y la tocaba de forma mágica. El “Todotiempo” del título del libro de Peucelle, que fue uno de los creadores del equipo en las sombras, se refiere en gran parte a la concepción que esos jugadores tenían del juego. Todos hacían todo. Entraban, salían, tocaban y devolvían. “Cambiaban de posiciones con una sincronización matemática”, agrega Ramírez. Una idea ancestral del Fútbol total y del juego de posición de la Holanda de Cruyff. Una muestra de que La Máquina hizo escuela rompiendo los moldes de su contexto histórico.
Ese River, al que sólo el tiempo parece haberle dado la razón, marcó la historia del fútbol argentino en su momento, pero se fue perdiendo a través del tiempo ese legado de futbol, tal vez por los problemas sociales y políticos que paso esta nación y que también le sucedió años después a Hungría y hoy en día a Holanda. A partir de aquella gloriosa década del cuarenta, el juego de estos lares quedó emparentado con la belleza y el romanticismo. A su vez, el Millonario se erigió como un cultor de ese estilo. La Máquina, sin dudas, trazó un antes y un después de su recorrido triunfal. Lo curioso es que la grandeza de La Máquina, no se encuentra en una multiplicidad de títulos. Aunque River fue campeón en 1941, 1942 y 1945, en su época no logró el mayor de los reconocimientos. Jamás fue record de recaudación, y muchas veces ni siquiera llenaba la cancha. El público, tal vez, no supo interpretar el potencial de ese equipo que rara vez se vio eclipsado por el juego rival.
No obstante, La Máquina extendió sus fronteras y se convirtió en una referencia a una época de River, superando así la barrera de un equipo –y de una delantera- en particular. Esa época va, concretamente, desde 1941 hasta 1946 inclusive. En ese lapso, contra lo que generalmente se cree, el quinteto fantástico sólo actuó en grupo en 18 partidos, y como espina le quedó jamás haber enfrentado a Boca. Sin embargo, durante esos años River trajo a Sudamérica una nueva forma de concebir el fútbol; que el futbol brasileño no desconoció y empezó a tomar su sistema moldeándolo a su estilo de juego, sino veamos después de los años cincuenta la historia del Brasil. Como dice Pablo Ramírez en el apéndice de Fútbol Todo tiempo e historias de La Máquina –el libro de Carlos Peucelle que recientemente fue reeditado-, “en ese equipo se dio una conjunción casi mágica de futbolistas excepcionales que lograron la armonía que sólo se consigue jugando juntos con frecuencia” y que solamente superado por Brasil de los 70.
El éxito no es eterno. Una realidad que encuentra en el fútbol su máxima expresión. Etapas de leyenda, generaciones históricas o equipos míticos han visto como en sus geniales trayectorias hubo momentos para la decepción o la sorpresa. Cualquiera puede perder. Nadie es perfecto. Pero son esos momentos intermitentes de extrema lucidez o las fugaces apariciones de enorme plasticidad las que le otorgan tan difícil condición. Y así ocurrió con el River Plate de primeros de los 40. Efímero pero inolvidable. No tuvieron una hegemonía incontestable durante varios años ni amasaron títulos como otros equipos de época. Sencillamente, no les hizo falta para dejar una marca indeleble en la memoria de los aficionados argentinos. Fue, como bien apuntó el propio Renato Cesarini, “el mejor equipo que se pudo construir, una verdadera obra maestra”.
[endif]
#Mitos
##
LA MÁQUINA DE RIVER
En la década del cuarenta el Millonario tuvo el que fue, para muchos, el mejor equipo de la historia del fútbol argentino. El apodo, popularizado por Borocotó, nació de la sincronización matemática con la que se movía su mítica delantera.
Por Redacción EG ·
28 de febrero de 2014
Imagen QUINTETO HISTORICO. Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Angel Labruna y Félix Loustau eran los delanteros del mítico equipo de La Máquina. Ganaron tres títulos en cinco años.
QUINTETO HISTORICO. Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Angel Labruna y Félix Loustau eran los delanteros del mítico equipo de La Máquina. Ganaron tres títulos en cinco años.
“Salíamos a la cancha y nuestra táctica era clara: agarrar la pelota, tocarla, meter una gambeta, esto, lo otro y el gol caía sólo. Generalmente tardaba en llegar y la angustia era porque los partidos nunca podíamos definirlos pronto. Dentro del área claro que queríamos hacer el gol, pero en el medio nos divertíamos, si nadie nos apuraba”. Juan Carlos Muñoz explicaba así porqué, a los delanteros de La Máquina, los apodaban los Caballeros de la Angustia. Casi una declaración de principios y una definición en sí misma, Muñoz aseguraba que no tenían prisa por convertir porque, fruto del dominio abrumador que desplegaban, sentían que podían hacerlo cuando ellos quisieran.
La Máquina de River nació en 1942, luego de una victoria 6-2 contra Chacarita. Antes habían existido varios intentos de bautizar de esa manera a un equipo que se destacaba por su precisión de relojero, pero fue Borocotó, el periodista de El Gráfico, el que popularizó el apodo en la crónica del partido. “Jugó como una máquina el puntero”, fue el título del comentario, que hacía particular hincapié en el poderío ofensivo del vigente campeón.
Si bien la leyenda del equipo trascendió por sus atacantes, es un acto de justicia histórica reconocer que cada nombre tiene ganado a pulso su lugar en el recuerdo. En el 2-3-5 de Renato Cesarini el arquero era el peruano José Eusebio Soriano, uno de los mejores talentos surgidos de su país; Vaghi y Yácono –precursor de la marca personal, apodado Estampilla- los centrales; Rodolfi, Ramos y Ferreira los mediocampistas; y Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau el quinteto de delanteros que hizo mítico a ese River.
No obstante, La Máquina extendió sus fronteras y se convirtió en una referencia a una época de River, superando así la barrera de un equipo –y de una delantera- en particular. Esa época va, concretamente, desde 1941 hasta 1946 inclusive. En ese lapso, contra lo que generalmente se cree, el quinteto fantástico sólo actuó en grupo en 18 partidos, y como espina le quedó jamás haber enfrentado a Boca. Sin embargo, durante esos años River trajo a Sudamérica una nueva forma de concebir el fútbol. Como dice Pablo Ramírez en el apéndice de Fútbol Todotiempo e historias de La Máquina –el libro de Carlos Peucelle que recientemente fue reeditado-, “en ese equipo se dio una conjunción casi mágica de futbolistas excepcionales que lograron la armonía que sólo se consigue jugando juntos con frecuencia”.
El “Todotiempo” del título del libro de Peucelle, que fue uno de los creadores del equipo en las sombras, se refiere en gran parte a la concepción que esos jugadores tenían del juego. Todos hacían todo. Entraban, salían, tocaban y devolvían. “Cambiaban de posiciones con una sincronización matemática”, agrega Ramírez. Una idea ancestral del Fútbol total y del juego de posición de la Holanda de Cruyff. Una muestra de que La Máquina hizo escuela rompiendo los moldes de su contexto histórico.
Las principales batutas de aquella afinadísima orquesta fueron cinco. Adolfo Pedernera era el jugador cerebral, el estratega desde el medio para adelante. Ángel Labruna el martillo, el goleador infalible de esos Caballeros de la Angustia que demostraban todo su potencial cuando iban perdiendo y sorprendían al público –cuando no lo desesperaban- por su tranquilidad. José Manuel Moreno era un tiempista, el que más se retrasaba del quinteto para abastecer a sus compañeros desde el comienzo mismo de la jugada; y Juan Carlos Muñoz y Félix Loustau oficiaban de extremos. Se ocupaban de oxigenar al equipo por los costados. Chaplin, como era apodado Loustau, era una debilidad de Peucelle, que lo llamaba “Ventilador”. Según él, era el encargado de darle aire y una posibilidad de descarga siempre fresca a ese River que se abalanzaba en ataque sin pruritos conservadores a cuestas.
Como se puede concluir, todos los integrantes del quinteto triunfaron en River y se convirtieron en glorias del club. Sin embargo sus éxitos fueron más individuales que colectivos. Paradójicamente, en ese equipo que nada lo hacía sin el apoyo de todas sus partes, Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau apenas compartieron la cancha en un puñado de partidos; pero se transformaron en leyendas, cada uno por su lado, en compañía de otros maestros de la pelota (Deambrossi, D’Alessandro, Di Stéfano…) que, sin haber ocupado los más altos lugares de la marquesina, derrocharon talento en los promisorios estadios del fútbol argentino.
La grandeza de La Máquina, no obstante, no se encuentra en una multiplicidad de títulos. Aunque River fue campeón en 1941, 1942 y 1945, en su época no logró el mayor de los reconocimientos. Jamás fue record de recaudación, y muchas veces ni siquiera llenaba la cancha. El público, tal vez, no supo interpretar el potencial de ese equipo que rara vez se vio eclipsado por el juego rival.
Ese River, al que sólo el tiempo parece haberle dado la razón, marcó la historia del fútbol argentino. A partir de aquella gloriosa década del cuarenta, el juego de estos lares quedó emparentado con la belleza y el romanticismo. A su vez, el Millonario se erigió como un cultor de ese estilo. La Máquina, sin dudas, trazó un antes y un después de su recorrido triunfal.
##
##
FUTBOL TODOTIEMPO E HISTORIA DE LA MAQUINA
Posted 30 de agosto de 2013 by libreriadefutbol in Uncategorized. Tagged: CARLOS PEUCELLE, Dante Panzeri, LA MAQUINA DE RIVER PLATE. Deja un comentario
s_MLA_v_V_f
Tres libros en uno. Gran presentación de un periodista notable que dió la Argentina: Dante Panzeri. Analizando de verdad quien es quien en el fútbol argentino e invitando a conocer (para los que todavía no lo conocíamos demasiado) a Carlos Peucelle. Ex jugador de River y la selección nacional (jugó en el Mundial de 1930) y que andaba por al vida llevando una mochila repleta de dignidad y decencia. Peucelle ha sido de esos personajes que nunca se atribuyeron demasiada autoría en hechos que lo tuvieron como protágonista. En el mundo del fútbol (como en el de la oficina del trabajo de cualquier oficio) se lucha a diario con el vedetismo de muchos «compañeros» que suelen atribuirse solitos la responsabilidad absoluta de cualquier acción importante. Lo hacen para chapear. Para intentar demostrar que son fundamentales en sus puestos. Y entre otras cosas, porque buscan reconocimiento. Buscan también engrandecer su imagen. Afortunadamente, Peucelle se ubica a 180 grados esa gente. Perfil bajo. Laburador. Sencillo. Y decente. Ha sido el encargado de revertir partidos históricos de River, de enseñarle a infinidad de jugadores a pararse en ela cancha, de diseñar el esquema de juego de la conocida «Maquina». Fue quien tomó personas muy jóvenes y él los formó y los educó con valores. Sin embargo, nunca salió a reivindicar esa gran caraácterística. Dante Panzeri hace justicia al comienzo de la historia. Después se va deduciendo por lo que explica el autor. Da gusto esa gente. Son ejemplos que suman. A medida que uno avanza en el libro queda demostrado que las palabras de prentación del rosarino Panzeri no son mentiras. Son 3 libros en uno, porque junto al prólogo de Panzeri, se suma el libro que explica quien fue Peucelle y como se formó y revolucionó el fútbol la Maquina de River Plate. Queda flotando en la cabeza del lector, que un ejemplar que parece ser exclusivo para el hincha Millonario, no lo es. Y que es una suerte grande que el tipo haya dejado un libro que lo supere al propio Peucelle en el tiempo que vivió. Porque esas historias no merecían quedar en las mentes de quienes tuvieron el placer de conocerlo.
Ariel Díaz (libreriafutbol@gmail.com)
CUADERNO DE APUNTES:
– «El jugador nace. Llega con aporte de condiciones. Luego se hace. Pero se hace jugando. No intentando se aquello para lo que no nació».
Anuncios
INFORMA SOBRE ESTE ANUNCIOPRIVACIDAD
– «El director técnico puede hacer sugerencias, pero para que se cumplan tienen que ejecutarlas los capacitados. Es inutil sugerir que corra un abúlico o mandarlo a crear a un jugador que solamente tiene fuerza y lucha. Siempre lo que el jugador hace, sale de él».
– «El objetivo es jugar bien. La plata con que todos sueñan desde el padre, pasando por el dirigente, el preparador físico, el técnico y el mismo chico, vienen con el buen juego. No con la ganancia de campeonatos en edád infantil».
– «El deporte no es fundamental ni dramático para la vida. Lo hace dramático el que lo ve desde afuera. El hace el drama. Claro que después la cadena de dramas se extendió a los demás. A todos».
TITULO: FUTBOL TODOTIEMPO E HISTORIA DE LA MAQUINA
AUTOR: CARLOS PEUCELLE
EDITORIAL: EDICIONES DICTICIO S.R.L
##